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Introducción a Recursos

Desde que tengo uso de razón no recuerdo un solo año de mi vida donde no se haya hablado de las 3 “R” - reducir, rehusar y reciclar, el ahorro de agua mientras te cepillas los dientes o el uso responsable de la luz en casa. De hecho, en 1998, me tocó disfrazarme para una función del colegio de letra “o” de la palabra “SOSTENIBILIDAD”, sin saber muy bien qué significaba. ¿Greenwashing o educación de calidad?


Últimamente es muy común vernos teniendo sensaciones de culpabilidad y pensando en si hacemos un consumo responsable a raíz de una noticia catastrofista sobre el cambio climático o al oír hablar de cosas como el ecodiseño. Pero, ciertamente ¿estamos haciendo algo para repensar nuestra manera de consumir? ¿Somos proactivos para con la economía circular?



Todos nos hemos comprado una luz solar creyendo que arreglaríamos el mundo - además de reducir la factura de la luz. La realidad es que nuestra vida y la del planeta está, en parte, regida por la manera en la que consumimos. Los cumpleaños, la Navidad, las bodas… todo se llena de objetos, materiales y alimentos que tan pronto podrán verse usados o consumidos como terminar en el cubo del “resto”.


En todos los sectores económicos cada vez es más común ver términos en las etiquetas de los productos como “ecodiseño”, “ecosostenible”, “certificado BCorp”,… es decir, hay una intención didáctica para concienciar al consumidor.


Pero, una de las grandes problemáticas de la ecología y del movimiento verde es que una parte de la población no conecta con ello o no sabe cómo realizar este tipo de consumo, cómo reaprender la manera en la que organizan sus compras o cuán importante es esto para la salud tanto del planeta como para la de nuestra propia especie.


Fragmento de un cuadro de José Luis Ceña del proyecto Efecto Amazon.


El problema no yace en comprar en Amazon una vez por trimestre o en olvidarte la luz encendida del baño durante media hora. El problema de todo esto es la hipocresía con la que nos señalamos. No sirve de nada dejar de tirar comida y reciclar pero sí hacer trayectos de 15 minutos andando en coche por pereza, estar horas y horas usando aplicaciones de teléfonos móviles o darnos cada día una ducha larguísima. Es mejor repensar todo aquello que podamos hacer, esté en nuestra mano y sea factible con las condiciones de vida que tengamos para evitar la temida ecoansiedad.


El arte, por su parte, también ha decidido sumarse a esta tendencia, dado que se cuestiona desde esta perspectiva la manera en la que se generan piezas que finalmente terminarán siendo almacenadas por un coleccionista. Todo ello, establece un debate muy interesante respecto a las obras-objeto coleccionables y las instalaciones site-specific y/o las performances dentro del marco verde, dado que se presentan como opciones más asequibles en el ámbito sostenible en un mundo lleno de objetos.


Ejemplo de una obra memorable pero que a la vez generó revuelo, fue el caso de Ice Watch, de Olafur Eliasson, que reflexionaba sobre el cambio climático pero cuyo método fue criticado por llevar desde Groenlandia hasta el museo Tate Modern varios bloques de hielo. Una imagen muy potente a nivel conceptual y discursiva que se vio ensombrecida por la huella humana.


Artistas como Eugenio Ampudia, con un background ecologista, repiensan la creación y presentan nuevas propuestas como el Concierto para el Bioceno – El Escorial, en el cual se realizó una versión híbrida respecto a la obra original con un grupo selecto de personas y plantas, generando una imagen de alianza entre nosotros y el resto de especies unidos por La Musica Notturna delle Strade di Madrid Op. 30 nº6, de Luigi Boccherini. También, encontramos la obra de Lucía Loren, muy implicada con el territorio, como se puede ver en el caso de la obra Ombra, instalación de mimbre que rodea a un árbol para proteger su corteza de los rayos del sol.


En ese sentido, desde Art Vessel nos gustaría reflexionar si el Arte debe verse implicado y repensar sus procesos dentro de esta tendencia, dado que la actualidad nos empuja a hacerlo en todos los ámbitos de nuestra vida. Todo ello, enmarcado en unas dinámicas sociales en las que no sabemos si es posible habitar el Planeta Tierra sin generar huella y, si debemos sentirnos culpables por ello como individuos.


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